Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José. Esta celebración nos anima a reflexionar una vez más sobre la importancia de la familia. Cuando miramos a la Sagrada Familia, hay muchas cosas que el Señor quiere que aprendamos de ella. La primera es la institución divina de la familia, Dios, desde el principio, quiso que los humanos viniéramos de una familia de padre, madre e hijo.
La familia no es simplemente una construcción humana donde decidimos el tipo de familia que queremos. En otras palabras, no es una pieza de diseño hecha de acuerdo con nuestros caprichos. No está formado por un hombre y otro hombre o una mujer y otra mujer. Está formado por un hombre y una mujer junto con sus hijos. Ese es el verdadero mensaje que la Sagrada Familia nos enseña hoy.
De la Sagrada Familia, aprendemos cómo soportar pacientemente las pruebas y sufrimientos de la vida. En el Evangelio, vimos cómo Dios permitió a la Sagrada Familia los dolores y sufrimientos humanos. Tuvieron que exiliarse en Egipto para escapar de la furia asesina del rey Herodes. José y María continuaron a pesar de todo con absoluta confianza en Dios. En nuestras circunstancias individuales, todos estamos llamados a seguir ese ejemplo.
Muchas familias actualmente están siendo sometidas a pruebas, tentaciones, enfermedades, malentendidos, divorcios y otras cosas. Debemos soportarlo todo con absoluta confianza en nuestro Dios que nos ama. Como nos recuerda San Pablo, la paciencia, el perdón y el apoyo mutuo deben ser los sellos distintivos de nuestras vidas en cada familia. El perdón “es el aceite que hace que las relaciones familiares funcionen bien”.
Nuevamente, nuestras familias deben estar marcadas por el amor. Los esposos deben amar a sus esposas y las esposas deben respetar a sus esposos. Maridos, no traten a sus esposas como sacos de boxeo. No eres más grande que ella. Ambos son una sola carne e iguales ante Dios. Recuerda, nuestra familia es una “iglesia doméstica” porque es el lugar principal donde nos encontramos con Dios diariamente.
El libro de Eclesiástico o Sirácides reta a los niños de hoy a cuidar a sus padres y abuelos. Muchos de nosotros cuidamos a nuestros padres, pero otros no. Por favor, aquellos que no cuidan a sus padres, háganlo, especialmente si son pobres. Intente visitarlos siempre, si están aquí, o envíeles ayuda financiera si están en un país diferente. Las esposas no deben guardar rencor y enojarse cuando sus esposos envían dinero a sus padres ancianos. Pero los esposos tampoco deberían exagerar ni descuidar a los padres de la esposa.
Finalmente, usted no puede estar dando dinero a sus hermanos, mientras usted no esté cuidando a su familia (aquí). Queridos, como la Sagrada Familia, intentemos reavivar el amor en nuestras familias por la forma en que nos cuidamos unos a otros, tanto padres como hijos por igual.