Hoy celebramos la Ascensión de Nuestro Señor al cielo. En la primera lectura, Jesús fue “elevado, y una nube lo ocultó” mientras los apóstoles miraban fijamente al cielo.
Queridas hermanas y hermanos, la Ascensión de Cristo al cielo nos relaciona con la esperanza de estar con Dios en la eternidad. Según nuestro Catecismo, “Dios nos hizo para sí mismo” y es en la eternidad que lo disfrutaremos en su plenitud. Jesús, quien se convirtió en uno de nosotros en la carne, al ascender al cielo hoy, nos revela la gloria a la que cada uno de nosotros está llamado.
La Tierra, siendo el lugar donde vivimos el amor de Dios en su plenitud, disfrutando su amor paternal y sustento, es también una preparación para nuestra eternidad. La ascensión de Cristo al cielo no significa la presencia inactiva o desinteresada de Jesús en la tierra, más bien es que ha comenzado a estar con nosotros a través de su Espíritu y no en su carne.
La celebración de hoy es un llamado para que nos unamos y trabajemos con el Espíritu Santo para santificar la tierra. Los ángeles preguntaron a los apóstoles: “Hombres de Galilea, ¿por qué están parados mirando al cielo”? Queridas hermanos y hermanas, esta pregunta resume nuestra misión actual. No es el momento de mirar inactivos hacia el cielo, sino más bien de prestar un servicio activo en la viña del Señor, un momento para dirigir nuestra atención aquí en la tierra y ver cómo hacer de nuestro mundo un lugar mejor. Es un momento para mirar alrededor y ayudar a aquellos que necesitan nuestra colaboración. Es un tiempo de testimonio activo.
En el Evangelio, Jesús dijo: “Yo estaré siempre con ustedes, hasta el fin del mundo”. Jesús siempre está con nosotros a través de su Espíritu Santo. Es el Espíritu de sabiduría y revelación como nos dice Pablo en la segunda lectura. El Espíritu Santo nos revela cómo Dios está obrando en medio de nosotros. Nuestro testimonio es cooperar con el Espíritu de Dios, modelando nuestras vidas con la de Cristo resucitado.
Recuerde, es solo cuando hemos terminado nuestra vida terrenal que uno puede estar listo para mirar hacia el cielo donde está nuestro Señor ascendido. En mi experiencia habitual, siempre observo que nuestras hermanas y hermanos muertos siempre han tenido sus ojos fijos en el cielo. ¿No es un recordatorio para nosotros de que, hasta la muerte, debemos concentrar nuestra atención en nuestros vecinos, ayudándoles a hacer de nuestra sociedad un lugar mejor?