En la Primera Lectura, Dios le ordenó a Abraham que dejara su país, y en la Segunda Lectura, Pablo alienta a Timoteo a compartir sus sufrimientos con la fuerza que proviene de Dios. De estas dos lecturas, se enfatiza la confianza filial en Dios en medio de las dificultades de la vida.
Queridos hermanos, es importante recordar que la confianza en Dios es lo que debemos construir en este tiempo de Cuaresma. Debemos imitar la confianza filial de Cristo en su Padre que le permitió vencer al diablo cuando fue tentado en el desierto. Hoy, vivimos en un mundo que quiere que confiemos solo en nuestro poder personal, éxito y ciencia en lugar de creer en Dios y creerle a Dios.
Hace unos días, un amigo me envió un mensaje que decía: “¿Dónde guardas tus problemas? ¿En tu cabeza? Si lo haces, te volverás loco. ¿En tu corazón? Si lo haces, tendrás un ataque de corazón. Si están en tu boca, siempre hablarás de ellos y te deprimirás más. Si están en tu casa, tendrás un hogar roto. Si dentro de ti mismo, morirás pronto con ellos.”
“Si con tus vecinos, te conviertes en el objeto de sus chismes. Si con tus familiares, se burlarán de ti. Si los ignoras, prolongas el mal día. Si con tus amigos, tu confianza puede ser traicionada. Si los llevas en tu cara, se verás fea. Si las revelas en la oficina, tus compañeros de trabajo pueden evitarte. Si en tu cama, tendrás pesadillas sin dormir. En la escuela, fracasarás. Si con satanás, empeorará.” Sugirió que la única solución es ponerlos en una bolsa y colgarlos en la cruz de Jesucristo, ya que él es el único que puede resolverlos.
Eso es lo que vimos en la historia del Evangelio de hoy en la Transfiguración de Cristo, donde Dios nos dirigió a escuchar a Su amado Hijo. Tal como Jesús le dijo a sus discípulos hoy en el evangelio, ahora nos dice: “No teman.” ¿Podemos comenzar a confiar en él? Recuerde, la Cuaresma no tiene la intención de “probar la fuerza o la debilidad de nuestra voluntad”, sino más bien permitir que la gloria de Dios brille de nosotros hacia el mundo. Esto solo puede suceder cuando nos confiamos en las manos de Jesús y le permitimos que trabaje a través de nosotros.