Hoy celebramos la solemnidad de Cristo, Nuestro Rey Universal. En la primera lectura, vimos cómo se anticipaba el reinado de Cristo en la coronación de David como el Rey de todo Israel. El evangelio nos mostró el tipo de Rey que es Nuestro Señor, el que colgó en la cruz por el bien de sus hermanos y hermanas.
El reinado de Cristo hoy desafía nuestra suposición sobre el poder y el liderazgo. Cristo es el “rey que eligió no salvarse a sí mismo, sino que se ofreció por nosotros para reconciliarnos con Dios”. Su realeza no es de poder terrenal, gloria, riqueza, orgullo nacional o político, sino espiritual. Su realeza es un escándalo hoy para un mundo atrapado en la lucha por el poder y el prestigio.
De hecho, los dos ladrones que colgaban a ambos lados de Cristo representan esta lucha. Cada uno de ellos personificó una de las dos interpretaciones de la realeza. Uno es el político y el otro es el espiritual. Mientras el criminal que se burló de Cristo, diciendo: “Si tu eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo y a nosotros “, representa la comprensión errónea del parentesco de Cristo como una especie de líder político. El otro ladrón que reprendió a su hermano y le pidió a Jesús que lo recordara cuando fue a su reino representa el verdadero significado del reinado de Cristo, nuestro salvador espiritual y mesías.
Queridos, ¿cómo sabía este “buen ladrón” quién era Cristo? Comenzó reconociendo sus pecados y recordándole a su hermano que estaban sufriendo por sus malas acciones mientras este hombre era inocente. También comparó su enojo y molestia con la calma, el amor y el espíritu perdonador de Cristo hacia sus torturadores. Jesús estaba lleno de misericordia incluso en su agonía y dolor.
Al igual que este “ladrón convertido”, Cristo querría que seamos una señal de su futuro reino. No quiere que carguemos banderas sino que vivamos y actuemos como él. Debemos ser personas de paz, verdad, alegría y misericordia. Para describir el reino de Cristo, uno diría que su bandera es la cruz y el servicio, su emblema es el sufrimiento y su pasaporte es el amor. Así como los ciudadanos de un país son conocidos por su pasaporte, debemos ser conocidos por nuestro amor y misericordia, ya que somos ciudadanos del reino celestial. Es a este reino que todos estamos llamados a ser.