Las lecturas de hoy nos presentan la importancia de la perseverancia, especialmente en nuestras oraciones. En la primera lectura, Moisés sostuvo sus manos levantadas hasta que los israelitas ganaron la guerra. En el Evangelio, la viuda siguió molestando al juez injusto hasta que él cedió a su pedido. Pablo en la Segunda Lectura alentó a Timoteo a perseverar en el buen trabajo.
Queridas hermanas y hermanos, en el mundo acelerado de hoy que es posible gracias a la tecnología, la perseverancia en la vida, especialmente en nuestra oración, es un desafío para cada uno de nosotros. Hoy falta las virtudes de la perseverancia y la paciencia. Vivimos en un mundo donde “queremos alivio instantáneo, acción rápida, servicio rápido y producto instantáneo. Todo lo que queremos hoy nos debe ser dado ya. Nadie (Pocos) tiene la capacidad de esperar.
Sin embargo, en la Parábola de Moisés y la viuda, Dios nos recuerda que la paciencia y la perseverancia son un verdadero signo de fe en Él. A través de esas virtudes, vivimos la verdad de que todo depende del tiempo de Dios, que siempre es el mejor. “A medida que oramos, nuestro marco de referencia cambia, de la autosuficiencia a una completa dependencia de Dios”.
La oración es un privilegio dado a nosotros como criaturas. Orar es reconocer la importancia de Dios en nuestras vidas y la oración constante significa vivir constantemente en la presencia de Dios. El progreso espiritual lleva mucho tiempo y debemos trabajar en ello cada segundo de nuestras vidas sin rendirnos. La perfección espiritual no es un “café instantáneo”.
Las lecturas también nos recuerdan la importancia de apoyarse mutuamente en la oración y en las acciones. Es cierto que los israelitas ganaron su batalla contra los amalecitas; Sin embargo, Moisés necesitaba el apoyo de Aarón y Jur para que sus manos cansadas se mantuvieran firmes. Del mismo modo, necesitamos el apoyo mutuo en nuestro viaje espiritual. Solo podemos hacer eso a través de oraciones y acciones.